jueves, 31 de enero de 2013

El cine de Kim Ji-woon: de "The Quiet Family" a "El último desafío".

La primera vez que escuché el nombre de Kim Ji-woon fue cuando fui a ver “Dos hermanas” en su estreno en cines, en Noviembre del 2004. En pleno boom del cine surcoreano, y con “Oldboy” a punto de arrearnos un buen puñetazo en Sitges, la película se estrenaba aprovechando los años mozos del J-horror. Por supuesto me dejó maravillado y aterrorizado a partes iguales, esa historia basada en una leyenda popular -algo de lo que por supuesto no tenía ni idea por entonces, y que le hace ganar más todavía en los siguientes visionados- de las dos jóvenes del título. A nivél técnico era espectacular, y la ambientación jugaba un papel primordial en mantenernos con la tensión a flor de piel.

En cuanto que me puse a indagar sobre la carrera de este director apareció la primera sorpresa; no era como Nakata o Shimizu, los maestros del J-horror especializados en meternos el miedo en el cuerpo, sino que su primera película era una comedia negra sobre una familia que tenía un motel, y su segunda otra comedia, en este caso sobre un salaryman que se metía en el mundo de la lucha libre. 
En aquel momento fue todo un shock descubrir que este señor no era un especialista del terror, aunque hubiera dirigido una maravilla del género, sino un auténtico todoterreno, como descubriríamos viendo el resto de su filmografía. Es algo que poco a poco iríamos descubriendo es otra constante de la cultura audiovisual  surcoreana, la mezcla de géneros.

Esas dos primeras películas son por supuesto “A quiet family”, una estupenda y muy divertida comedia negra escrita en apenas cinco días, y que Takashi Miike reconvertiría en “La felicidad de los Katakuris”, un film que desde entonces se convirtió en una de mis primeras recomendaciones para los amigos que querían introducirse en el cine surcoreano, y la menos ambiciosa pero igualmente hilarante “The Foul King”, en la que también participaba un por entonces joven actor que comenzaba a convertirse en una cara recurrente de lo mejorcito del cine nacional, Song Kang-ho. 

En 2005  llegaría un nuevo golpe en la mesa que hacía que quienes no se supieran todavía su nombre, lo incluyeran al dúo de directores surcoreanos que más reconocimiento estaban consiguiendo en occidente, Park Chan-wook y Bong Joon-ho: con “A bittersweet life”, un estilizadísimo  noir que según el propio director es un acercamiento al Polar francés, el director subía un nuevo peldaño.
Sin duda una de sus mejores películas, este film protagonizado por un encantador Lee Byung-hun como el matón de un jefe mafioso que terminaba preocupándose demasiado por la joven amante de este, encandilaba por su apartado técnico y estético.
Sí, Corea del Sur, ese país del que poco más se sabía más que estaba dividida, que sus vecinos de arriba estaban gobernados por un chalado, y que tuvieron unos juegos olímpicos antes de Barcelona, tenían un cine arrebatador y visualmente portentoso.

Para 2008, cuando se presentaba de nuevo en el Festival de Sitges (por donde ha paseado toda su filmografía a excepción de “The Foul King”, para deleite de los habituales y envidia de quienes le descubrimos un poco más tarde), y con este blog dando ya sus primeros pasos, “The good, the bad, the weird”, el día de proyección estaba más que remarcado en el calendario.
Con su Western Kimchi, Kim Ji-woon volvía a demostrar su versatilidad cambiando una vez más de género, esta vez con una deliciosa y adrenalínica película de aventuras ambientada en el desierto de Manchuria, en la que las espectaculares escenas de acción se encadenaban rizando el rizo.
Con dos viejos conocidos de su filmografía como Song Kang-ho y el propio Lee Byung-hun, añadía a Jung Woo-sung en el papel de cazarecompensas de excelente puntería.

Y después del derroche de virtuosísmo que era “El bueno, le malo y el raro”, el director volvía a cambiar de género, y nos traía uno de los thrillers de venganza que además de ser un clásico automático, se va a convertir sin duda en una de las películas de referencia del género.
En “I saw the devil” la retribución cambiaba las tornas y convertía al cazador en cazado, en un juego sádico que moralmente pone al espectador en un brete.
Retomando a Choi Min-sik, con el que había trabajado en “The quiet family” y su ya habitual Lee Byung-hun, con algún tiempo libre antes del rodaje de la secuela de “G.I. JOE”, el director llenaba el tiempo tras venirse abajo el que iba a ser su primera producción extranjera, el remake de “Max y los chatarreros” de Claude Sautet, un proyecto del que se ha venido hablando mucho tiempo, pero que parece descartado por el momento. 

En 2012 tuvimos nuestra ración de su cine, con el estreno de "Doomsday book", un viejo proyecto de ciencia ficción formado por tres segmentos con muy distintas visiones del fin del mundo. Rodado junto a Im Pil-sung (Hansel & Gretel), Ji-woon se encargaba del segundo y más serio segmento ambientado en un futuro cercano, en el que un cyborg de un templo budista alcanzaba la iluminación, algo que planteaba un debate entre la compañía que lo había fabricado, y los propios monjes del templo, que lo tomaban por un igual.
Técnicamente el segmento es una auténtica obra de orfebrería, y desde luego brillaba con respecto a los otros dos segmentos, aunque trataba un material mucho más espeso que no casaba demasiado con las otras dos historias.  

Y así pasamos ya a este principio del 2013, en el que el director debuta, ahora si, en su primera producción americana, con el regreso de una estrella del calibre de Arnold Schwarzenegger. “The last stand”, aquí “El último desafío”, es un proyecto interesante al permitirle por un lado al director trabajar de una manera completamente diferente a la que estaba acostumbrado, algo que él mismo ha comentado ha sido su mayor barrera, mucho más que los problemas de idiomas, y por otro probar con una gran estrella a nivel internacional como Governator. 
En ambos opciones el resultado es más que positivo, y aunque la película no haya triunfado de la manera que se esperaba, desde luego no ha sido por su culpa, ya que el film lleva totalmente el sello del surcoreano. Especialmente en las escenas de acción se puede comprobar esa dirección maestra para rodar, pero realmente todo el film denota su pulso tras la cámara, con momentos muy brillantes desde el primer minuto de la película.

¿Y ahora que? Pues, con las puertas de Hollywood abiertas, Kim Ji-woon vuelve a Corea del Sur, para rodar nada menos que una adaptación de “Jin-Roh”, al clásico anime de Hiroyuki Okiura, con guión de Mamoru Oshii.
El mismo director ha comentado que después de una de sus películas más ligeras le apetecía volver a material más denso y profundo, por lo que que mejor que adaptar una obra de ciencia ficción de calado como la de Oshii y Okiura, adaptándola a la sociedad coreana.
Kim Ji-woon planea volver a Estados Unidos a principios del año que viene, aunque aún esta indeciso entre dos proyectos, un thriller de acción y otro thriller, en este caso también de ciencia ficción.

En cualquier caso el futuro del director, que parece alternará proyectos a cada lado del Pacífico, es tan brillante como su propio talento.

1 comentario:

  1. Yo con este director tengo una especie de pseudoadmiración (que palabrejo he soltao), un no saber bien como posicionarme con él.

    The Quiet Family y A Bittersweet Life me resultan muy irregulares, con momentos prodigiosos alternados con otros bastante menos provechosos, The Good The Bad The Weird me resultó un tostón, I Saw The Devil es peliculón y finalmente A Tale Of Two Sisters por lo que a mi respecta es una joya y un clásico personal. Vamos, que el muchacho me tiene desconcertado (y si encima ahora se me pone a rodar con Arnaldo ya ni te digo).

    Eso sí, lo de adaptar Jin-Roh apunta alto. Veremos que sale al final.

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