lunes, 15 de abril de 2013

Going my Home, de Hirokazu Kore-Eda.

Hirokazu Kore-Eda, seguramente uno de los autores más conocidos en occidente del cine de arte y ensayo japonés contemporáneo, nos sorprendía el año pasado anunciando que su siguiente proyecto era una serie de televisión de diez episodios para la cadena NHK, “Going my home”.
Aunque el director se había iniciado en el mundo audiovisual precisamente rodando documentales para la pequeña pantalla, esta era la primera vez que podíamos ver el imaginario de Kore-Eda aplicado en ficción televisiva; cualquier duda de si el estilo y las historias a las que el director nos tiene acostumbrados funcionarían en este formato, quedan disipadas en los primeros minutos del excelente primer episodio: “Going my home” es una de las mejores series que hayamos visto.

El publicista Ryota Tsuboi recibe la noticia de que su padre, con el que no tiene mucho contacto, ha sufrido un ataque que le ha dejado en coma. Se dirige entonces hasta el hospital de Nagano donde este se encuentra, junto a su madre y su hermana menor.
Pero en el hospital aparecerá una joven mujer desconocida visitando también al anciano, con lo que Ryota y el resto de la familia comienza a sospechar si se trata de alguna hija secreta de los muchos escarceos de su padre, o su propia amante.

Hirokazu Kore-Eda ha dirigido una serie que podría ser casi una continuación sentimental de “Still Walking”, llena de maravillosos momentos costumbristas en una historia repleta de un fondo sentimental y humanístico. Con un tono menos grave que el de la película, y muchos momentos divertidos, “Going my home” deja al terminar cada capítulo una especie de paz interior, una cierta esperanza de que en este mundo que se nos viene abajo cada día, hay sitio para las buenas intenciones.

La serie trata por un lado los problemas de una familia que a pesar de haber sufrido un cierto desarraigo, se reúne en un momento de preocupación cuando el cabeza de familia entra en coma; según avanzan los episodios sin embargo, el objetivo se amplía, y Kore-Eda, al más puro estilo Miyazaki (y no solo lo digo por ese toque fantástico que tiene la serie, y del que prefiero no hablar para que lo descubráis por vosotros mismos), lleva la acción hasta un pueblo pequeñito en el que la naturaleza y el contraste con el caótico estilo de vivir la vida de la ciudad, toman protagonismo.

Visto desde el otro bando, esta es una serie en la que pasan pocas cosas: hay largas escenas de diálogo familiar, a primera vista inocuo pero totalmente adictivo (nos tiraríamos horas escuchando discutir a los personajes), que nos explican tanto la personalidad de los diferentes personajes como los diferentes modos de ver la vida de ellos.

Ryota, interpretado por un enorme Hiroshi Abe, es un personaje cínico, un tanto ofuscado por su trabajo, tanto por el reconocimiento general como por lo vacío del mismo. Tampoco le ayuda el complejo profesional que tiene ante su esposa, Sae (con una estupendamente recuperada Tomoko Yamaguchi), una conocida cocinera mediática, que tiene mucho más éxito que él.
Será el cruzarse por el camino de Naho Shimojima (interpretado por la deliciosa Aoi Miyazaki) lo que le haga darse cuenta que el mundo no tiene que ser tan cuadriculado como pensamos.

Kore-Eda teje como nadie las relaciones interpersonales que se crean entre los personajes, llenando cada escena con diálogos de una naturalidad desbordante, con de hecho muchísimos momentos que parecen pura improvisación de los actores.
Destaca sobretodo la relación de Ryota y Sae con su hija, Moe. Ya sabemos que el director tiene un ojo especial para detectar y elegir a niños actores de un nivel extraordinario, y aquí lo vuelve a demostrar presentándonos a la debutante de diez años Aju Makita, que tiene la misma mirada profunda del Yuya Yagira de “Nadie Sabe”, y la picardía de los hermanos Maeda de “Kiseki”.
Todo un descubrimiento.

Los diez episodios pasan volando, y ese tono ligero, profundamente humano y cálido que transmite, se echa a faltar desde el momento en que termina.
Incomprensiblemente la serie fue un auténtico fiasco en cuanto a audiencia a pesar de no tener una gran competencia, y contar con la presencia de dos imanes para el público como Hiroshi Abe y Tomoko Yamaguchi, más allá de su enorme calidad. Quizás ese tono costumbrista no era lo que le apetecía ver al grueso del público japonés en la noche de los martes a las diez de la noche. 

En cualquier caso “Going my home” es una obra indispensable para los seguidores de Kore-Eda, aunque en realidad para cualquier seguidor del cine y la cultura asiática.
Simplemente perfecta.

10 de 10.

4 comentarios:

  1. Yo todavía no la he visto, pero cada capítulo al disco duro en cuanto salía a la luz!!

    Es que Hiroshi Abe es mi "man crush", no se por qué, pero me encanta xD

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  2. ¡Apuntadísimo! Me llamó la atención cuando comenzásteis a hablar de él hace tiempo pero al final me entraron las dudas. Pero ahora ya sé que la tengo que ver :D

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  3. Pues vaya, siento discrepar de vuestro entusiasmo, y eso que Koreeda es uno de mis directores de cabecera, pero esta serie me ha parecido tremendamente fallida; he estado varias veces tentado de abandonarla, pero por ser quien es, le he ido dando prórrogas y la he acabado viendo completa.
    No me ha gustado a ningún nivel: aburrida, plana, nada sutil, con interpretaciones y fotografía bastante mediocres. En fin, cualquier parecido con la enorme obra que es "Still walking" es pura casualidad.
    Espero que su última peli, presentada en Cannes, remonte el vuelo, a pesar de las críticas polarizadas que está recibiendo.

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  4. No pasa nada, Desártico, cada cual su gusto y tan amigos xD, gracias igualmente por el comentario ^^
    Nosotros conectamos totalmente con la serie, pero entiendo que haya quien opine lo contrario, de hecho la serie fue un fiasco enorme en cuanto a audiencia.

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