“Yume uru futari” (Dreams for sale)
ha sido uno de los títulos recurrentes en varios de los listados de
lo mejor del cine japonés del 2012. Miwa Nishikawa (Dear doctor) nos
trae esta vez la historia de un matrimonio a los que las
circunstancias les llevan a convertise en estafadores, algo que le
sirve a la directora para radiografiar la sociedad japonesa a través
de unos personajes en los que la culpabilidad, el recelo, la ambición
y, por qué no, la soledad y los canones sociales, toman el foco
central.
Kanya y Satoko, un matrimonio que lleva
un pequeño restaurante, pierde su negocio en un incendio. Acuciados
por el fracaso, ella comienza a trabajar para poder abrir en un nuevo
local, pero él se da a la bebida, algo que le lleva a pasar la noche
con una clienta del restaurante, en un mal momento personal. Su
amante ocasional, emocionada por la historia de fracaso de él, le da
dinero para reponerse.
La indignación inicial de Satoko se
convierte en una idea de negocio: conseguir el dinero para el nuevo
local de mujeres solitarias.
Miwa Nishikawa es toda una experta en
reflejar la sociedad japonesa a través de la falsedad de sus
personajes, unas veces de manera más amable o simpática que otras.
Ya sea la hipocresía de la propia unidad familiar de “Wild
berries”, de la historia criminal de “Sway”, de ese falso
médico de “Dear doctor”, o en este caso de una pareja de
estafadores accidentales.
La directora nos trae esta vez un drama
en el que las circunstancias arrastran a la pareja protagonista a
comenzar a “tomar prestado” el dinero de mujeres solteras a
través del engaño, algo que les lleva a una espiral de dinero fácil
por su propia ambición. La situación, en la que la esposa le marca
los objetivos a su marido, que comienza relaciones sentimentales con
sus víctimas, por supuesto tendrá consecuencias tanto en su propia
moral, como en la relación de la pareja, en que la distancia y el
recelo también aparecerán.
Nishikawa, que trabajó durante varios
años en la historia entrevistándose con mujeres víctimas de este
tipo de estafas, va hurgando sobretodo en el deterioro de la relación
de la pareja. Desde el entusiasmo tras su desgraciada pérdida de su
restaurante, hasta la primera decepción por una infidelidad casi
accidental, y desde ahí un auténtico viaje moral al infierno para
ambos.
El guión es sensacional, y muestra
perfectamente la progresión de las emociones de los protagonistas:
él se muestra orgulloso cuando recibe su primer fajo de billetes de
una mujer después de pasar una noche con ella, de manera imprevista;
la indignación inicial de ella se convierte en la visión de una
oportunidad de conseguir dinero fácil a través de proporcionar los
“sueños” de matrimonio del título. Pero poco a poco él se va
sintiendo más y más a gusto en su nuevo papel a pesar de algunos
ataque de ética, proporcionando consuelo a mujeres solitarias, y
consiguiendo prácticamente nuevas vidas, mientras que ella se
sentirá cada vez más sola, llenándose de rabia por haber
instigado a comenzar ese nuevo estilo de vida.
También vemos el otro lado, el de las
víctimas, desde cuatro de ellas: una escritora solitaria, una
profesora levantadora de pesas, una prostituta endeudada, y una joven
viuda. El personaje de Abe calma aconsejado por su esposa las
carencias de cada una de ellas, ya sean emotivas o físicas,
involucrándose en sus vidas hasta sacarles el dinero.
Takako Matsu (Confessions) brilla con
luz propia en una nueva interpretación impresionante, llena de
matices y mostrando completamente el viaje interior de destrucción
moral de su personaje. Es la esposa quien acarrea mayor carga ética,
no sintiéndose culpable por las víctimas, si no por si misma, por
sus propias frustraciones. Su idea de negocio puede entenderse como
una cierta venganza hacia su marido, e incluso ante las mujeres que
se relacionan con hombres casados. En la parte final se añade una
nueva vuelta de tuerca moral, que tendrá también que ver en el
desenlace de la historia; desde luego la psicología del personaje es
riquísima, y se queda para el espectador el sacar las propias
conclusiones.
No hay que dejar muy atrás a Sadao
Abe, un actor que suele participar como secundario simpático y que
esta vez se convierte en un improbable gigoló, gracias a su aspecto
bienintencionado y sus palabras sutiles. El viaje moral de su
personaje es diferente al de su esposa, con algunos ataques de
culpabilidad, pero también con el placer de sentirse amado y
deseado, y capaz de conseguir vidas nuevas después de sus propios
fracasos profesionales.
Entre el resto de personajes nos
encontramos con Rena Tanaka (Gegege no Kitaro), Tae Kimura (Tokyo
Island), Sawa Suzuki (Tokkan) o Tamae Ando (Phone call to the bar),
además de algunos casi cameos de Teruyuki Kagawa (Tokyo Sonata) o
Yusuke Iseya (Memories of Matsuko).
A pesar de
algunos momentos de comedia negra, la película se mueve más en el
terreno del drama personal, y si la historia es apasionante,
visualmente es cautivadora: maravilloso el trabajo del director de
fotografía habitual de Kitano, Katsumi Yanagishima,
especialmente en las escenas nocturnas.
Quizás pesen un tanto
esas dos horas y cuarto de metraje y ese ritmo tranquilo, pero desde
luego se trata de uno de los títulos imprescindibles de la
producción japonesa del año pasado, y no es de extrañar que
apareciera por meritos propios en un buen puñado de listas de lo
mejor del 2012.
8´5 de 10
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