En la edición del año 2007 de Cannes,
el festival volvía a tener cita con Wong Kar-Wai en la que sería su
aventura americana, que se inauguraba con “My blueberry nights”;
después de venirse abajo un proyecto junto a Nicole Kidman tras el
estreno de “2046”, el director sorprendía a todos eligiendo como
protagonista de su nuevo film romántico a la cantante Norah Jones,
la que le acompañaban un puñado de primeras caras del cine de
Hollywood.
La película fue recibida de manera
tibia, algo comprensible al tratarse de un film mucho menos
ambicioso, en todos los aspectos, que la anterior “2046”, además
de no conseguir encajar todas las piezas de la película de la manera
en que el director nos tiene acostumbrados.
Eso si, a pesar del cambio de
continente, idioma, y actores -y hasta en algunas piezas importantes,
equipo técnico-, el film mantiene los temas recurrentes del director
y su estilo, absolutamente reconocible.
Elizabeth, que sospecha que su novio le
esta poniendo los cuernos, acude a la cafetería que él suele
transitar en su busca. Después de charlar con el dueño, un
inmigrante inglés, esta le deja unas llaves para que se las devuelva
a su ya ex-novio. La joven comienza a acudir de manera recurrente a
la cafetería, y comienza una relación de amistad con el dueño,
pero un día desaparece sin dejar rastro: e realidad se ha embarcado
en un viaje a través del país, con el que olvidarlo todo.
Empecemos por lo obvio: probablemente sea la película más floja del director. No quiere decir que no tenga elementos interesantes, o temas e incluso planos recurrentes con su sello, pero hay algo que no termina de encajar. Puede que sean las actuaciones, especialmente desde que la película se traslada a Memphis, con todos esos actores no-sureños usando (un falsísimo) acento sureño, o que simplemente ese traslado de su universo particular a este recorrido por Estados Unidos de costa a costa no sea capaz de conectar tanto con el espectador (en este caso yo).
La película transita por muchos
lugares comunes, y no me refiero a la localización geográfica:
puede que este situada en Nueva York, pero esa cafetería que regenta
el personaje de Jude Law hace la misma función que el Midnight
Express de “Chunking Express”. De hecho Law se toma su almuerzo
en la misma -y poco segura a primera vista- pose que utilizaba
Takeshi Kaneshiro en “Fallen Angels”. Incluso el mismo viaje
iniciático que toma el personaje de la Jones, con el que se va
encontrando con más corazones rotos, como la pareja de Memphis, o
las carencias afectivas del personaje de Natalie Portman en Las
Vegas, que nos trasladan al Yuddy de “Days of being wild”, sin
ser algo que nos lo haya mostrado de la misma manera Wong Kar-Wai,
nos suena a algo muy suyo.
De hecho cuando vemos al personaje de
Norah Jones en Memphis y Las Vegas, vemos que esta se ha convertido
en cierta manera en el personaje de Jude Law, algo que terminaba
pasando en la misma “Chunking Express”.
En definitiva, que es una película
totalmente wongkarwaiana, si se me permite la expresión.
Incluso visualmente, aunque no esté Chris Doyle, la película mantiene ese aspecto visual de luces de neón, contrastes de colores y esa puesta en escena soberbia del habitual William Chang, que se encarga de nuevo también del montaje de la película. Vemos planos repetidos de otros films, constantes del director, como ese ver las escenas desde detrás del escaparate, ese metafórico tren que no deja de escaparse a los personajes, e incluso algún reloj, una de sus podríamos decir obsesiones.
No quiero darle la culpa de que la
película no funcione al reparto, pero no esta demasiado afortunado
en general: si bien la propia Norah Jones cumple de sobras, y para
tratarse de su primera experiencia como actriz no lo hace nada mal, e
incluso el mismo Jude Law, con algún momento de sobrepasarse, cumple
como sosias de Tony Leung, no puedo decir lo mismo de las otras
estrellas de la película. Absolutamente nefasta Rachel Weisz, no
mucho mejor Natalie Portman, y bastante correcto David Strathairn.
Esta muy bien lo de elegir los actores que a uno le gustan, y más si
tiene oportunidad como por lo visto era el caso, pero cuando encajan
con el personaje.
Probablemente como experiencia desintoxicante después de dos rodajes como los de “Deseando Amar” y “2046”, al director le vino de maravilla escaparse a otro continente, a otra cultura, y llevar allí su estilo. Por desgracia para el espectador la experiencia no se acerca al del resto de sus obras, con lo que guarda el interés de ver un giro diferente a su visión de la relaciones amorosas desde ese nuevo punto de vista, e introducirnos una vez más en el hipnótico mundo del director, pero a un nivel de calidad muy diferente.
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