Después del éxito de “Kaiji”, era normal que continuaran las aventuras del jugador compulsivo en una segunda parte, en la que volvemos a tener nuestra dosis de apuestas a vida o muerte, aunque profundizando en la situación de los personajes, y sobretodo centrándose casi toda la película en un único juego, perdiendo en bastantes momentos esa tensión psicológica de la primera parte por el puro bricomanía para ganar a la máquina de premio millonario.
Adaptando un manga de Nobuyuki Fukumoto, tanto la serie de animación como el primer film mantenían la tensión continua, en la que cada juego podía costar la vida al protagonista. En esta segunda película, al igual que la segunda temporada del anime, que precedió en su pase por televisión el estreno de la película el otoño pasado, las motivaciones son diferentes, y Kaiji no juega solo para salvarse a si mismo, sino para todos los esclavos del inframundo, y esta vez no entra en una guerra psicológica contra un rival humano, sino que tiene que tiene que conseguir el premio de una maquina gigante de Pachinko.
El cambio se agradece por un lado, ya que no repite los intercambios de miradas y esa voz en off que representaba el pensamiento constante del protagonista, en que calculaba sus opciones. A cambio, la película toma la estructura de un film de robos, en que vemos como se desarrolla el plan, acechan las traiciones, y no pueden faltar las sorpresas, con lo que se pierde gran parte de esa intensidad al tener a un enemigo puramente mecánico.
Tatsuya Fujiwara vuelve a interpretar a Kaiji que se tendrá que aliar para conseguir su objetivo con un improbable compañero de viaje como Tonegawa, el ex-mano derecha del presidente, que después de su fracaso vagabundea las calles en busca de una oportunidad de vengarse de la compañía, un papel en el que por suerte repite Teruyuki Kawaga, el personaje más interesante de la película. Además Kaiji contará con Kotaro Sakazaki, interpretado por Katsuhisa Namase, un personaje tan molesto como necesario para formar de enlace entre nuestro perdedor favorito y Yumi Ishida (Yiruko Yoshitaka), la hija del hombre al que Kaiji prometió darle el dinero del premio una vez pasara el infierno del “Derby humano” de la primera película.
Ellos cuatro formarán un plan con el que llevarse el multimillonario premio de la “Pantano”, la maquina de Pachinko gigante del casino clandestino que regenta Seiya Ichizo, un matón ambicioso y sin escrúpulos interpretado por Yusuke Iseya.
Esta vez no es el siempre discutido Fujiwara quien se lleva el gato al agua como el actor más desfasado del reparto, aunque tiene sus momentos: el honor recae sin duda en Iseya, que se desata completamente.
La primera parte resultaba sorprendente no solo por la tensión que se acumulaba, sino por los inventivos juegos que ponían la vida en peligro del protagonista una y otra vez, en los que el juego psicológico influía tanto como la pura suerte. Esta segunda parte no llega a enganchar de la misma manera por tratarse de un film de otro tipo, apenas existe juego psicológico, y todo se basa en el plan para directamente hacer trampas en la ya de por si trampeada máquina. Cuando llega el momento el protagonista solo puede sentarse y esperar a ver que pasa una vez gira la rueda para que comiencen a caer las bolas.
Se pierde en gran medida además el mensaje más o menos social de la primera parte, en que veíamos a ese Kaiji perdedor, un tipo que salía adelante por pura cabezonería ante la corrupción y el chantaje de los poderosos, representados en el Grupo Teiai, que le convertía en esclavo. Aunque aquí vuelve a aparecer ese inframundo, y las deudas eternas, el tono crítico es mucho más ligero y menos reivindicativo.
Repite en la dirección Koya Sato, que entre Kaiji y Kaiji 2 ha rodado el tremendamente exitoso J-drama “Kaseifu no Mita”, con unos ratings del 40%, que vuelve a realizar un trabajo de lo más correcto, aunque el ritmo de la película tenga algunos bajones importantes.
Aunque se trata de una buena producción, y nos puede arreglar una tarde de fin de semana palomitera, no llega al nivel de la primera parte.
Adaptando un manga de Nobuyuki Fukumoto, tanto la serie de animación como el primer film mantenían la tensión continua, en la que cada juego podía costar la vida al protagonista. En esta segunda película, al igual que la segunda temporada del anime, que precedió en su pase por televisión el estreno de la película el otoño pasado, las motivaciones son diferentes, y Kaiji no juega solo para salvarse a si mismo, sino para todos los esclavos del inframundo, y esta vez no entra en una guerra psicológica contra un rival humano, sino que tiene que tiene que conseguir el premio de una maquina gigante de Pachinko.
El cambio se agradece por un lado, ya que no repite los intercambios de miradas y esa voz en off que representaba el pensamiento constante del protagonista, en que calculaba sus opciones. A cambio, la película toma la estructura de un film de robos, en que vemos como se desarrolla el plan, acechan las traiciones, y no pueden faltar las sorpresas, con lo que se pierde gran parte de esa intensidad al tener a un enemigo puramente mecánico.
Tatsuya Fujiwara vuelve a interpretar a Kaiji que se tendrá que aliar para conseguir su objetivo con un improbable compañero de viaje como Tonegawa, el ex-mano derecha del presidente, que después de su fracaso vagabundea las calles en busca de una oportunidad de vengarse de la compañía, un papel en el que por suerte repite Teruyuki Kawaga, el personaje más interesante de la película. Además Kaiji contará con Kotaro Sakazaki, interpretado por Katsuhisa Namase, un personaje tan molesto como necesario para formar de enlace entre nuestro perdedor favorito y Yumi Ishida (Yiruko Yoshitaka), la hija del hombre al que Kaiji prometió darle el dinero del premio una vez pasara el infierno del “Derby humano” de la primera película.
Ellos cuatro formarán un plan con el que llevarse el multimillonario premio de la “Pantano”, la maquina de Pachinko gigante del casino clandestino que regenta Seiya Ichizo, un matón ambicioso y sin escrúpulos interpretado por Yusuke Iseya.
Esta vez no es el siempre discutido Fujiwara quien se lleva el gato al agua como el actor más desfasado del reparto, aunque tiene sus momentos: el honor recae sin duda en Iseya, que se desata completamente.
La primera parte resultaba sorprendente no solo por la tensión que se acumulaba, sino por los inventivos juegos que ponían la vida en peligro del protagonista una y otra vez, en los que el juego psicológico influía tanto como la pura suerte. Esta segunda parte no llega a enganchar de la misma manera por tratarse de un film de otro tipo, apenas existe juego psicológico, y todo se basa en el plan para directamente hacer trampas en la ya de por si trampeada máquina. Cuando llega el momento el protagonista solo puede sentarse y esperar a ver que pasa una vez gira la rueda para que comiencen a caer las bolas.
Se pierde en gran medida además el mensaje más o menos social de la primera parte, en que veíamos a ese Kaiji perdedor, un tipo que salía adelante por pura cabezonería ante la corrupción y el chantaje de los poderosos, representados en el Grupo Teiai, que le convertía en esclavo. Aunque aquí vuelve a aparecer ese inframundo, y las deudas eternas, el tono crítico es mucho más ligero y menos reivindicativo.
Repite en la dirección Koya Sato, que entre Kaiji y Kaiji 2 ha rodado el tremendamente exitoso J-drama “Kaseifu no Mita”, con unos ratings del 40%, que vuelve a realizar un trabajo de lo más correcto, aunque el ritmo de la película tenga algunos bajones importantes.
Aunque se trata de una buena producción, y nos puede arreglar una tarde de fin de semana palomitera, no llega al nivel de la primera parte.
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