viernes, 15 de febrero de 2013

Adapta, repite, continúa: el cine japonés del 2012.

Hace unas semanas repasábamos el estado anual de las taquillas asiáticas, y al llegar a Japón quedaba más que claro que la originalidad no era una cuestión a la que el público le diera una gran importancia a la hora de pagar una entrada de cine: apenas dos guiones originales (los de “Wolf Children” y “Anata-e”, ni adaptación, ni secuela, entre las veinte primeras películas más vistas, contando también las extranjeras.

Ese listado estaba encabezado por “Umizaru 4: Brave Hearts”, la cuarta entrega de la saga del equipo de rescate marino que adapta el manga de Shuho Sato, todo un blockbuster que continúa con el éxito de la franquicia. En segunda posición se encontraba "Thermae Romae", otro auténtico hit cinematográfico que adapta el manga de Mari Yamazaki que dentro de poco comenzará a editarse por aquí. Con un rodaje en los estudios romanos de Cinecittà y un Hiroshi Abe como viajero en el tiempo involuntario, la película funcionó de maravilla.
El tercer puesto era para otra cuarta entrega de una saga en este caso televisíva como "Bayside Shakedown", el anunciado film final de los policías, mientras que en el cuarto se encontraba -por lo menos hasta final de año con "One Piece: Film Z" destrozando records- "Evangelion 3.0: youn can (not) redo" .
La lista de los diez films más vistos de Japón en el 2012 lo completaba animación, "Wolf children" de Momoru Hosoda -el único guión totalmente original de las diez primeras- y las dos nuevas entregas de las franquicias "Doraemon" y "Pokemon", y las dos únicas películas extranjeras de este top diez, "Resident Evil: Retribution" y "Los Vengadores" de Joss Whedon.


No es nada nuevo en el cine internacional ni mucho menos en Japón, donde en los últimos años la adaptación (o continuación) de series de televisión, manga y anime o videojuegos, ya sea en imagen real o animación, han estado a la orden del día en la producción nacional. Pero la división entre material original y material adaptado es cada vez mayor; las grandes productoras, Toho , Toei o Shochiku, toman cada vez menos riesgos, buscando un público prácticamente asegurado al adaptar obras que ya han tenido éxito, mucho o poco, en otro formato, ya sea en papel o la pequeña pantalla, o continuando franquicias impensables en casi cualquier otro país del mundo, como las de los personajes tokusatsu, con mínimo una novedad en los cines de manera anual cuando no son dos.

Lógicamente no es que no haya cineastas que trabajen material propio, sino que el propio sistema complica el hacerse un hueco en una industria que manejan las grandes empresas, y así parece cada vez más diferenciada la industria comercial, la de las adaptaciones y los grandes estrenos, y la del material original, el del cine de bajo presupuesto, de aire independiente, y con suerte estrenos marginales en pocas salas durante pocas semanas. Por cada Koki Mitani o Takeshi Kitano, directores de primer nivel que trabajan con material propio, hay demasiados directores que labran su carrera a través de material de encargo. Y la peor parte es que de esos directores que encadenan adaptación tras remake, tras secuela, hay muy poquitos capaces de darle su toque personal, y de aportar su propia visión a un producto que parece venir hecho de fábrica. Takashi Miike o Yoshihiro Nakamura serían dos buenas excepciones, con una filmografía absolutamente personal a pesar de estar llena de material adaptado de lo más diverso.

El principal problema es que a la industria cinematográfica le funciona el sistema, por lo que cada vez busca más artesanos y menos creadores. Seguramente a la Toho le interesa más tener en nómina a Takashi Yamazaki, que con su saga “Always” o “Space Battleship Yamato” asegura una buena taquilla, que a cualquier director del estilo de Yu Irie, el más conocido de los directores japoneses desconocidos, que se ha hecho un pequeño nombre a base de patearse festivales internacionales con su trilogía “8000 miles”. Es más cómodo –y seguro- darle a cualquiera de sus directores artesanos, que cumplen con material decente, que probablemente funcione en taquilla, los derechos de alguna novela, manga, anime, videojuego o serie de televisión de éxito, que jugártela en darle a un autor los recursos para que cree una obra original.

Y si es más cómodo y seguro es porque el público llena las salas. Es algo extrapolable a otras culturas, pero el público japonés quiere ver en gran pantalla sus obras favoritas, interpretadas por las estrellas niponas. Lo podemos ver semana tras semana en los datos de taquilla, en que las películas de imagen real y  animación, tanto de los personajes más conocidos, como las adaptaciones o continuaciones de las series de moda, algo cada vez más habitual,  suelen copar también los primeros puestos.
Si el sistema les funciona, y el público sigue apostando por adaptaciones, continuaciones y remakes, el material original queda absolutamente en segundo plano en esta dinámica.

Y así será la producción del 2013, aunque suponga el regreso de grandes autores: Yoji Yamada vuelve con un remake (Cuentos de Tokio) y una adaptación (“Chiisai Ouchi” ). Shinji Aoyama: adaptación (Tomogui). Lee Sang-il: remake (“Sin Perdón” de Eastwood). Kiyoshi Kurosawa: adaptacion (“Riaru Kanzen Naru Kubinagaryu no Hi”).
Sion Sono por ejemplo regresa con una película de guión propio, pero también tiene previsto trabajar en una adaptación de un manga para su estreno en una serie de televisión.
Hasta Yuya Ishii, uno de los directores independientes importantes del país, da el salto a una producción mayor a través de la adaptación de una novela, “Fune wo Amu”, después de labrarse la carrera con siete u ocho películas de guión propio.

Y todo eso sin entrar en las adaptaciones live-action o no, de mangas y anime más o menos conocidos, desde “Library War” a “Kuroshitsuji”, pasando por el “Ataque a los titanes” (si siguen con el proyecto), “Ninja Kids 2”, “Gatchaman”... o las continuaciones de series de televisión como “Aibou: X Day” o “Spec: Close”, y de algunas que aún ni se han emitido, y que seguro llenarán los primeros puestos de la taquilla en los próximos once meses... o de las series tokusatsu como “Garo”, que ya tiene preparada nueva película... o de la animación, con el regreso a la gran pantalla de “Dragon Ball” a un tiro de piedra.

Por supuesto menor originalidad no siempre implica menor calidad, pero esa función del cine más allá del puro entretenimiento se va disolviendo en el cine japonés lentamente. Aunque esos remakes, adaptaciones y continuaciones no dejan de ser historias que pueden conectar más o menos con el sentir del país y de la sociedad, son productos para el consumo general, mucho menos arriesgados a la hora de tocar temas más difíciles o reflejar otros aspectos diferentes de una sociedad tan particular como la japonesa.

1 comentarios:

"Adapta, repite, continúa". O sea, sigue el ejemplo de Hollywood...

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